lunes, 7 de septiembre de 2015

Por una autonomía revolucionaria



A finales ya de la primera década del siglo XXI y en plena vivencia de las consecuencias de la derrota proletaria de los 70 con la inundación completa de la vida por parte de la mercancía y la descomposición y desarticulación de la oposición obrera ante el capitalismo, se nos plantea la pregunta, ¿qué hacer? ¿Cómo responder a un capitalismo cada vez más voraz e intestino? Ante todo creemos que hay que reconfigurar las posiciones hasta ahora tomadas y romper con muchos de los tópicos tanto de los llamados movimientos anarquistas como de la llamada izquierda revolucionaria para quedarnos con los útiles y demoler los inservibles, como explotados tomamos los elementos válidos y revolucionarios de cada cual analizados de manera histórica y creemos que el proyecto histórico revolucionario es sólo uno y esta aun por materializar. No nos asusta la revolución y no esperaremos sentados a que llegue ni tampoco la dejaremos pasar si se presenta la oportunidad apelando las leyes de la mayoría.


Que la clase obrera actualmente no está presente es algo más que claro, y que no está presente no significa que no exista, cualquiera que trabaje lo sabe, naturalmente que continúa la explotación asalariada pero la mercancía ha unificado los gustos y costumbres, y la conciencia de pertenencia a una clase media insulsa ha vaciado el espacio en el que se contenían las luchas, aislando a los individuos para su mejor explotación. Así, desarticulados los lugares en los que se producía el enfrentamiento de clase como eran las fábricas y los barrios estrictamente obreros, la mano de obra temporalizada del sector terciario se está convirtiendo en una de las mercancías más valiosas con las que traficar.


Mientras la izquierda tradicional sigue apelando al paleolítico apoyando a los sectores privilegiados restos de la clase obrera sindical perteneciente a etapas anteriores de modos de producción en la mayor parte dependientes del Estado, como son la lucha en los astilleros, funcionarios, etc., los cuales son profundamente insolidarios incluso con sus compañeros que no comparten sus condiciones como son los subcontratados, los contratados no funcionarios… nosotros hemos de fijarnos en las expresiones que puedan sugerir las condiciones de existencia de un proletariado actual que tome conciencia dentro de la masa informe de individuos aislados, la subcontratación en el trabajo, la precarización, algunos sectores de la inmigración, …


Las tesis leninistas nos decían:”sin una teoría revolucionaria, no existe una práctica revolucionaria”, para nosotros la revolución es el resultado definitivo de la lucha diaria de los trabajadores. Para ellos el punto inicial de discusión no es la lucha de clases sino la revolución. No es cierto que sin una teoría revolucionaria no haya una práctica revolucionaria, lo estamos viendo constantemente, incluso sin conciencia de ello se puede actuar de manera revolucionaria, porque para los nuevos estratos, que ya empiezan a asomar cuyas condiciones objetivas empiezan a afectar a más sectores de la sociedad cada día, ejemplo de ello es la rebaja de las condiciones de vida marcada por el precio de la vivienda en relación al precio de la venta de nuestra fuerza de trabajo. Nosotros esperamos que sean ellos quienes conformen el proletariado del tercer asalto a la sociedad de clases, es claro que no cuentan con una teoría revolucionaria pero se dotarán de ella con la extensión de sus luchas y es tarea de los grupos autónomos que bajo esa nueva forma de explotación, se organicen y doten desde dentro de una teoría que recoja el proyecto histórico de revolución aprendiendo de las formas caducas e inservibles del pasado así como de los elementos que le puedan aportar claridad, sin caer en sustituismos ni vanguardismos.


La piedra de toque será el conflicto, es en él donde cada uno hace ver su verdadera cara detrás de los discursos y es también en él donde la conciencia crece a pasos agigantados, un reparto de tareas eficaz será imprescindible para incidir en o crear conflictos y el no separar entre las tareas políticas y las económicas es la principal lección histórica que tenemos que recoger de la revolución que queremos.


Debemos empezar a volver a crear organización, cada grupo a su manera, pero teniendo en cuenta un objetivo: la olvidada revolución. Los medios empleados para acercarla creemos que son múltiples pero ante todo tenemos claro que se alejan de los folklorismos juveniles, del practicismo sin reflexión, de la estética y vocabulario postmoderno, del exclusivismo de la lucha antirrepresiva y del apoyo a sectores ajenos a lo que queremos que se desarrolle como sujeto revolucionario. Recuperemos el análisis de los conflictos a nuestro alrededor y valoremos si tienen el germen por pequeño que sea que merezca nuestro apoyo y recuperemos la tradición de la acción directa (que lejos del uso de la violencia como mito no es, ni más ni menos que la resolución de conflictos sin intermediarios) en sus múltiples maneras y formas. Empecemos de una vez a crear los grupos autónomos que nos permitan articularnos de manera eficaz, saliendo del inmediatismo, la revolución no va a llegar mañana y no depende sólo de nuestra acción, así como tampoco es inevitable dentro del capitalismo, pero si no nos ponemos en camino es seguro que jamás la lograremos. Extendamos la solidaridad y actuemos junto a grupos semejantes que ya existen o que están por crearse en base a unos mínimos claros de rechazo del capital y sus falsos oponentes aunque estos a veces físicamente aun estén a nuestro lado en una asamblea.


Relacionémonos y creemos lazos de unión entre nosotros, es la única manera que tenemos de incidir y de no caer en los primeros golpes.


Nuestra línea de actuación para difundir y actuar pueden ser varias y no por ello únicas:
La organización directa de los trabajadores y todo aquello que lo fomente y estimule, así como sus expresiones.
Los conflictos de clase tratando de radicalizarlos, pero con los pies en el suelo ya que no podemos empezar la casa por el tejado. En el momento en el que estamos, la presencia sindical (siempre nociva) no nos importará demasiado teniendo en cuenta las características de cada conflicto y lo que en él se demande. Reducción de tiempo de trabajo, mejora de condiciones higiénicas…
El igualitarismo y el rechazo a la categorización en las reivindicaciones obreras como síntoma de la aparición de conciencia de clase.
La vivienda no como aspiración a la propiedad privada sino como necesidad cuando se trate únicamente de valor de uso. Apoyando a la okupación de carácter político cuando esta se trate de un elemento subversivo y no de una aspiración ciudadana.
La lucha contra la nocividad y por la salud, la alimentación, los transgénicos, el uso del agua y la disposición que hace de ellos la burguesía hostelera.
La lucha contra el consumo estúpido sin caer en el anticonsumo mendicante que no hace sino alejarnos más y más de nuestros semejantes y crear una estética aislante.
La lucha contra los elementos fascistas callejeros tal y como es, una demostración de fuerza ante unos descerebrados y punto, sin otorgarles más importancia de la que tienen y sin llamar fascismo a todo lo que nos rodea distrayendo la atención del verdadero enemigo: la democracia burguesa de la que disfrutamos.
La expropiación de los que nos expropian. La reapropiación de manera colectiva de los bienes de necesidad que nos son negados y la negación de su valor de cambio para su uso primario es un arma que bien empleada puede ser un buen elemento detonante.
La localización de los grupos fuera de los lugares de diversión y/o de reunión típicos de la estética y de los “pseudo” es algo fundamental para avanzar en un proyecto revolucionario.
Es necesario demostrar claramente que es imposible mantener la lucha por las reivindicaciones sociales en el ámbito de legalidad.
El rechazo del trabajo asalariado como negación de la vida libre, teniendo en cuenta el chantaje capitalista y no por ello menospreciando al trabajador lo cual es una corriente muy nociva que se escucha entre los ambientes pseudo radicales normalmente juveniles.
Rechazo de la socialdemocracia, de los sindicatos y de los garantes del Estado como forma de redistribución de la riqueza y como superestructura que garantiza la explotación y que genera las clases sociales.
El rechazo a su vez del aislamiento y de la discusión en los ámbitos políticos o de lucha que nos interesen.
El internacionalismo.
Las luchas contra las comunicaciones que allanan los modos de distribución capitalista.
La lucha contra las prisiones.


Según estas líneas se puede empezar a distinguir qué es lo que queremos y debemos hacer y lo que no nos interesa en absoluto, así como empezar a discernir un programa claro que intente clarificar y que se pueda llegar a difundir, huyendo de las ideas difusas y de la falta de algo claro que decir a la gente cuando se produzcan las tensiones y/o crisis capitalistas.


Por la abolición de la sociedad de control de clase.


Por el comunismo, por la anarquía. Por la Ruptura.


https://gruporuptura.wordpress.com/2010/03/09/por-una-autonomia-revolucionaria/

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